take a look!

Recorda que les aparences enganyen i res és el que sembla a primer cop d'ull. Remena, tria, i queda't amb el que més t'agradi d'aquesta bossa d'on en pot sortir qualsevol cosa!

diumenge, 21 de febrer del 2010

la habana es como me contaron.1.



- Quiere conseguir semillas de tabaco? Pues es muy difícil encontrarlas por aquí. Es por el racionamiento, sabe? Debe ir a Pinar del río y preguntar por Don Rocamadour. Es el único que debe tener en esta parte de la isla. Vaya al pueblo y pregunte por él. Pero aunque vaya y haga todo el camino, quizás es en balde, depende de si han empezado a plantar o no. Otra cosa es si quiere hojas secas, mucho más fáciles de conseguir. Yo le puedo ofrecer. O puros habanos recién hechos. Los que estoy haciendo son riquíssimos, se fuman muy bien. Pero a lo que íbamos. Para acercarse a Pinar tiene dos o tres horas de camino, las guaguas salen del centro de la habana, por 14 CUC. Pregunte por Don Rocamadour.
(Y mientras sus manos expertas liaban las hojas para convertirlas en puros, yo pensé: el niño de la Maga ha crecido y es cubano! Cortàzar no debió tan siquiera soñarlo)

El Plaza. Una antigua gloria mas que un hotel de lujo, con su mobiliario colonial de madera azabache y paredes color crema. Cojo la llave y me dirijo a la habitación, hoy dormiré largo y tendido. El viage ha sido duro, sobretodo por las turbulencias.

- A buenas noches, malos días. – Nos suelta una cubana de lengua larga en el ascensor. Subimos Borja y yo con cara de estar más dentro de la cama que fuera, con las sabanas marcadas. Le hemos caído bien y ella a nosotros, aunque no la volvamos a ver, aunque no la volveremos a ver, aunque si la viéramos, no la veríamos cómo la mujer del ascensor, puesto que no la recordaríamos.
Desayunamos en la quinta planta. El pan es extrañamente amarillo, cómo no hay trigo lo producen con maíz.

Damos la primera vuelta por la habana, viendo su luz, viendo sus colores, cómo niños recién llegados a un mundo nuevo, con sus sones, sus andares, su manera de latir.
Todos sonríen, y sus dientes blancos iluminan las calles un poco sucias, las fachadas un poco descuidadas. Hablan suavecito, dulzón, sin prisa pero sin pausa. Practican el deporte de chal·lal, de conocelse, en cada esquina, delante de cada puerta y cada ventana.
Bienvenidos a la habana.

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